25/11/10

Todo tiene un precio


El primer golpe llegó un día cualquiera en un momento cualquiera. Ya ni siquiera recordaba cuál había sido la razón, en su memoria tan solo perduraba el sabor de la sangre en los labios. En realidad, aquella vez no le hizo daño, al menos no como el que le había hecho después. Aquella primera vez no había sido nada más que un aviso de lo que le esperaba, una llamada de atención que debería haberle hecho huir.
Pero en aquel momento ella ya estaba perdida. Llevaba perdida desde el momento en que los gritos y los insultos empezaron a parecerle algo normal, desde el momento en que dejó de sorprenderse ante sus arranques de furia. No, en realidad estaba perdida desde mucho antes, desde el mismo día en que se dejó invitar por él cuando sólo tenía dieciséis años. Por eso, ella no huyó, abandonándole para siempre en el mismo instante en que se atrevió a ponerle un dedo encima.

Después de aquella primera vez habían llegado muchas más. Siempre había una razón, y ella sabía que él lo hacía por amor. Si no estuviese él para cuidarla y recordarle lo que estaba mal, ¿cómo podría seguir viviendo? Porque tenía razón cuando se enfadaba al verla hablar con otros hombres; que no quisiese compartirla con nadie era una prueba de su amor. También tenía razón al enfadarse porque no hacía bien las cosas. Ella había dejado de trabajar para estar con él y cuidarle, debería ser capaz de saber lo que él quería. ¿Qué clase de mujer no podía darle a su hombre lo que necesitaba?
Así que ella se esforzaba más y más porque sabía que él la quería. Y mientras, él la golpeaba más y más porque sabía que ella le quería. No podía dejarla marchar.

Hacía tiempo que su familia había dejado de llamar; sabían que él no le dejaba contestar. Tampoco iban de visita. A ella no le gustaba que él se molestase por su presencia, así que, una vez tras otra, les echó. Dejó de salir y sus amigos terminaron por olvidarla, seguros de que habría encontrado una vida mejor. Ella ya no tenía nada más que aquella casa, pero no le daba importancia porque él era su mundo. Un mundo agresivo e inestable, pero el único que quería.


Un día, él se emborrachó. A ella no le sorprendió, pero aquel día, él llevaba un par de cervezas de más en el cuerpo. Al llegar a casa, no encontró lo que esperaba y se enfadó. La golpeó como si su vida dependiese de ello y una vez que la tuvo encogida y aterrada a sus pies, la desnudó. Tenía un aspecto repugnante, pensó él. La muy cerda estaba cubierta de sangre y llevaba aquellas malditas bragas azules que tan poco le gustaban. Gemía y lloraba y suplicaba como la basura que era.
Con una patada la doblegó, con la siguiente la tumbó. Allí tirada, bocabajo y sin moverse, parecía terriblemente muerta. Y eso le gustó, le encantó la idea de tener aquel cuerpo en sus manos, sin que ofreciese la más mínima resistencia. Suya. Para siempre.
Sin dudarlo, sin detenerse a pensarlo, la violó. Se hundió en ella con violencia, desgarrándola hasta desfallecer. Ni una sola vez se movió y nunca más volvería a hacerlo.

Todos sintieron el peso de la culpa sobre sus espaldas. Lamentaron haberse apartado, haberla dejado a su suerte. Lamentaron no haber matado a ese que se hacía llamar hombre antes de que acabase con ella.
Por eso, tratando de borrar la culpa, el dolor y el rencor que la corroían, ella fue a visitarle. Hacía ya dos años que su hermana había muerto a manos de aquel monstruo. Dos años que él paó en la cárcel. Durante todo aquel tiempo, ella había intentado olvidar, había intentado borrar aquel odio puro y venenoso que la ahogaba. Sin embargo, cuando, en un momento cualquiera de un día cualquiera le vio en la calle, todo lo que había logrado hasta entonces desapareció y, una vez más, tan sólo quedó el odio y el dolor.
Esperó pacientemente junto a la puerta de lo que había sido el hogar de su hermana. Aquellas dos horas le parecieron mucho más largas que los dos años que ya había esperado, pero él le había enseñado que todo tiene un precio.

Ya había anochecido cuando él llegó. Estaba bebido y no la reconoció; aunque quizás sobrio tampoco lo habría hecho. Ella avanzó y le saludó. Antes de que pudiese siquiera enfocar la vista sobre su figura, clavó el cuchillo en la blanda masa de su estómago. La sangre quemaba sobre su piel y corrió hasta sus codos, salpicándola por completo. El enorme cuerpo de él se desplomó sobre la acera, tiñendo el asfalto de rojo.

-Ella te quería y pagó por ello –articuló con voz rota-. Ahora tú debes pagar el precio.





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La violencia engendra violencia. No hay más misterio, ahí está el problema.

3 comentarios:

Charlie D. dijo...

Mmmmmmm.

En primer lugar, bien escrito. Un principio interesante, varios puntos de vista, y un final sugerente. Podrías haberlo enviado a un concurso, y tal vez te tocaba algo...

Por otro lado, la violencia machista es un asco. La solución parece muy sencilla: que las mujeres dejen de "querer" a esas bestias que se hacen llamar hombres, que les hacen convertirse en críadas suyas y disponen de su ser (física y psicologicamente) como les place. Pero supongo que es algo mucho, mucho más complicado.

No me atrevo a hablar mucho de este tema, pero creo que la culpa no la tienen tanto los hombres. Sí, se pueden llegar a comportar como monstruos, eso no lo niego. Pero nosotras somos el problema real. ¿Y sabes por qué? Porque nosotras somos la madre que educó al maltratador, la que lo trató ya desde que nació de manera diferente a sus hermanas, la que lo mimó, lo puso por delante de ellas y así él supo cual era su lugar. Somos las amigas, hermanas o vecinas que ignoramos el sufrimiento de las mujeres maltratadas, empeñadas en que "todo va bien" aunque las señales son evidentes.Y también somos la novia que le quiso, que lo dejó "todo por amor" (familia, amigos y sueños incluídos) como si él fuera toda la razón de su vida (cosa que naturalmente él se creyó) la que cuando el la golpeó la primera vez no supo cortarlo todo ahí y dejar claros los límites.
En fin. Somos nosotras, y de nosotras depende. El día en que dejemos de pensar que los tíos "nos protegen" o que necesitamos su aprobación/tener pareja... etc. para sentirnos completas...

Eso es lo que pienso. Es muy fácil echar las culpas a los tíos, pero yo veo el machismo como un problema de educación (a no ser que el tío en cuestión sea un psicópata... en ese caso sólo queda salir corriendo lo antes posible).

Niwa dijo...

En primer lugar, muchísimas gracias ^^ La verdad es que nunca me animo a participar en concursos, aunque lo piense de vez en cuando... Supongo que no encuentro el texto que me guste suficiente.

En segundo lugar, estoy completamente de acuerdo contigo: el problema somos todos. Y no solo nosotras, también ellos (que no solo él). El machismo es algo que se nos inculca desde la infancia y no solo en casa, toda la sociedad, los comportamientos aceptados, las ideas preconcebidas y aprendidas,... Todo, o casi todo proviene de una concepción y una tradición hecha por y para hombres.

Por otro lado, violencia de género no es sólo el gran macho que golpea en casa a su mujer. Violencia de género también es la mujer que maltrata al hombre, el hombre que viola, el que insulta, los padres que permiten la ablación de su hija,... E incluso el macho que mata a la transexual por decidir ser mujer.
Aunque a lo que más publicidad se le dé últimamente sea a la violencia doméstica, existen muchos tipos más. Y de una forma o de otra, todos tenemos en algún momento cierto grado de culpa. Por apartar la vista, por no saber entender, por educar y transmitir ese mensaje de odio,... o incluso de amor. Porque al fin y al cabo, ¿el amor no es encontrar a un prícipe azul que nos salve y proteja?

De todas formas, no creo que sea tan fácil. Me da la impresión de que muchas veces se ve al maltratador como un bruto estúpido, que usa la fuerza porque es lo que tiene y conoce, pero no lo creo.
Por mucho daño que hagan la sociedad y la educación, las mujeres no somos tan sumamente lerdas como para no apartarnos de un tipo que nos golpea cuando le acabamos de conocer. El maltratador no se limita a sacudir el puño, antes te anula por completo, destruye tu confianza, tu personalidad, tus sueños,... Tu vida. Antes de pegarte te destruye, y solo cuando sabe que no serás capaz de huir, te golpea.
No, no creo que baste con decir que ella debería haber sabido correr a tiempo.

En cualquier caso, en la educación radica gran parte del problema, y quiero pensar que también de la solución. En eso, estoy totalmente de acuerdo contigo.

Mew dijo...

Hacía ya tiempo que no nos regalabas los ojitos con algo escrito por ti. Recuerdo que la última cosa que leí fue "Estocada" (es pronunciar, oír o teclear el nombre y todavía sangro), así que ya tocaba, ya tocaba.

Como siempre, me gusta tu estilo y tu forma de redactar. Quizá sea por el tiempo que hace que te conozco, por la de aventuras que hemos pasado con esto de los foros y los relatos a medias, o porque, simplemente, he leído muchas de las creaciones de tu puño y letra... pero creo que ya te has hecho con un estilo propio. Quizás ya lo tengas desde hace mucho, pero yo acabo de verlo con total claridad ahora. Si me pusieran un texto tuyo en el cole, sabría reconocerlo sin ninguna duda.

Bueno muchacha, con una mamá abogada que se ha pasado media vida metida en casos de violencia de género, el relato me transporta muy especialmente dentro de ese ambiente. Estas cosas pasan de verdad. Lo sé, la única vez en mi vida que he hablado con una víctima a la que aún no se le había caído la venda de los ojos me di cuenta de que nada es tan sencillo como aparenta y de que los seres humanos en situaciones límites día a día son... no sé, no puedo describirlo con palabras.

Yo también pienso que la clave está en la educación.

Nos vemos!