9/9/10

La historia del pequeño perrigato.... y Summer

Esta historia empieza con un abandono. Mejor dicho, una fuga con abandono, si es que eso es posible.

Este invierno pasado, entre nevada y diluvio, en mitad del frío, cada vez que salíamos a la calle nos topábamos con un pequeño perrillo negro, juguetón y nervioso que vagaba por la calle. Cuando sacábamos a los perros (por aquel entonces, sólo Rócky y Mandala) se nos unía, persiguiendo al pequeño y retando a la grande a seguirla. Para Navidades ya habíamos descubierto que su nombre era Lluvia y todos los vecinos la habíamos dado de comer o la habíamos acogido en casa al menos una vez.


Las primeras veces que Lluvia nos siguió a casa, llamamos al teléfono de sus dueños, grabado en la placa que colgaba de su collar y ellos vinieron a recogerla. Fueron des veces. La tercera vez que vino a casa, su collar había desaparecido.
La siguiente, volvía a tener collar y placa, pero cuando llamamos a sus dueños, que también tienen casa en la urbanización y vienen algún que otro fin de semana, nos mandaron a tomar viento y nos exigieron que dejásemos a la perra en la calle de una vez y no volviésemos a molestarles.

A partir de ese momento, Lluvia empezó a formar parte de nuestra pequeña jauría. Pasaba todas las noches en casa, comía con Mandala y Rocky, paseaba con nosotros. Abríamos la puerta y no hacía ni siquiera intención de marcharse, a gusto entre nosotros.
Desde entonces está en casa y sus ex-dueños han terminado por cedernos sus papeles, porque lo que es ella, ya había tomado hace tiempo la decisión de vivir con nosotros.


Ahora, Lluvia duerme todas las noches conmigo, muerde a Rocky y le quita la pelota, se come los cojines y cada vez que me siento en mi escritorio se sube a las piernas para descansar en mi regazo. Oh, y persigue a los gatos. Persigue a todos los malditos gatos de la zona y para ello trepa a los árboles, se encarama a las verjas y se escurre en cualquier agujero, como si fuese un pequeño minino. Yo estoy convencida de que en su familia ha habido algún cruce extraño en algún momento, y posee algún genecillo travieso de gato. Es una peleona empedernida y se encara a todo bicho viviente que se le cruce, aunque luego todo quede en unos ruidosos ladridos.
Pero para compensar el horror para los tímpanos que es salir con ella a la calle, es un bichito pequeño y mimoso que en seguida se restriega contra tus piernas (cosa del gen gatuno, sin duda), se tumba para que la acaricies y te mira con cara de pena, pidiendo amor.


La siguiente en unirse a la jauría fue Summer. Unos amigos con ansias de viajar han decidido marcharse a Australia, dejando a una precisa perra tras de sí. Una perra que se ha venido a vivir con nosotros.
Al principio parecía tímida y tristona, no salía de debajo del coche ni aunque la tentases con comida y no pisaba el interior de la casa por nada.
Ahora que ha cogido algo más de confianza nos sigue a todas partes, ladra entusiasmada cada vez que ve las correas para salir a pasear y se ha convertido en una versión grande de Lluvia. Tan nerviosa, curiosa y peleona como ella, aunque un poco menos mimosa. A Summer, sin embargo, le encanta levantarse a dos patas y lamerte la cara, las orejas y lo que pille.


Ha llegado hace poco, pero de momento, tiene a Lluvia bajo su cuidado, y ambas se van juntas de expedición en todos los paseos, mientras que Mandala y Rocky trotan tranquilamente junto a nosotros.
Es una verdadera paliza pasear a cuatro perros, darles amor y jugar con ellos, pero el cariño que recibimos a cambio, lo compensa todo sin ningún problema. Porque desayunar con todos a tu alrededor, pidiendo una caricia o estudiar con el peso reconfortante de Lluvia en mi regazo y el calor de Rocky en mis pies, es realmente genial, os lo aseguro.

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