10/6/09

Tras la batalla II

Bueno, lo prometido es deuda, asi que vuelvo prontito, con los exámenes terminados y el curso aprobado x3 Hace tiempo subí la primera parte de este relatillo, que en realidad no es más que un fragmentillo de la historia que montamos en este foro, concretamente aquí (por si alguno quiere leerlo en su origen xD).

Repito que no es necesario leerse el resto de la historia, pero al menos sí recomendaría leer la primera parte. Para que centréis un poco la escena, Natsu y Shinichi acaban de regresar de una pelea contra Margera y Miyasaki, amigos suyos que habían sido abducidos por el desconocido malo maloso y se han cambiado de bando. Durante la refriega, Karcyn, otra amiga, había terminado un poco hecha polvo, así que la dejaron en la enfermería. Con el subidón de adrenalina y la tensión que Natsu (inocentemente, claro ^^) había originado entre los dos, nuestros chicos terminan arrejuntándose.
Durante la noche (o el día, pues dependiendo del tema que abrieses era de día y de noche n.n) Miyasaki y Margera van a la habitación y hablan con Shinichi. El resultado es que el pobre Shin termina hecho polvo y renunciando por completo a eso de tener sentimientos, convencido de que duele demasiado y lo de enamorarse es una putada (Miyasaki y él tenían una relación retorcida y ella termina rompiendole el corazón). En estas condiciones él vuelve a la camita con Natsu, que cuando despierta decide hacer terapia y cuidarle un poquito (como todos los personajes de la historia tiene una máquina del tiempo y el poder de leer los pensamientos, así que lo sabe todo todito aunque no estuviese allí xD).

También os recuerdo que es LEMMON, es decir, que tiene guarrería y arrejunte más o menos explícitos (sensibles y pudorosos, apartad la vista) y que además, está escrita como un rol entre Mew y yo, cada personaje por separado. Así que, cuando el texto aparezca así, significará que es Natsuki la que está narrando, mientras que cuando aparezca así, será el turno de Shinichi.


II. Recuerdos

NATSUKI: Desperté abrazada a Shinichi. Enseguida me di cuenta de que había algo raro, algo que no encajaba, y entonces vi que él estaba vestido mientras que yo seguía desnuda en su cama. Suspiré y me incorporé, dispuesta a vestirme yo tambien. Al fin y al cabo no había sido mas que sexo, me obligué a recordar. Sexo sin sentimientos. Pero no pude evitar extender la mano para coger uno de los mechones de pelo que le caín sobre la cara, así dormido, su cara tenía una expresión tan tranquila... Parecía un chico distinto.

Me quedé unos instantes allí, tendida de lado y apoyada sobre un codo, con la sábana por la cintura y enredada entre mis piernas, disfrutando de la visión. Entonces Shinichi se movió y entreabrió los ojos arrugando la nariz. Mierda, le había despertado.



SHINICHI: Parpadeé un par de veces antes de abrir por completo los ojos.
Por la persiana se colaban un par de rayos de sol que dejaban la habitación en penumbra. Era un ambiente agradable, todo estaba en silencio y la escasa luz apenas me molestaba en los ojos.


Natsuki estaba tumbada de lado junto a mí. Fue agradable despertar viendo su cuerpo, aunque éste estuviese parcialmente oculto bajo la sábana. Me hizo rememorar fugazmente el encuentro de la noche pasada. Esbocé una sonrisa cansada y volví a cerrar los ojos. Me encontraba bastante mejor que ayer cuando llegué y me dejé desplomar sobre la cama... Ni siquiera me había desvestido.
Con movimientos lentos y sin incorporarme me quité la camiseta, pensando en darme una ducha rápida antes de salir.
En ese momento, la chica que estaba a mi lado se movió ligeramente y fui consciente de que ni siquiera le había dirigido la palabra. Es cierto que soy un hombre de pocas palabras pero intento no perder la buena educación, así que me giré levemente hacia ella y le hablé con el tono grave que se te queda tras pasar toda la noche durmiendo.


-Buenos días.


Le sonreí con calidez.

-Buenos días -respondí.

Terminé de incorporarme, quedando sentada con las piernas cruzadas, dandole espacio para que pudiese desnudarse tranquilo. Le observé atentamente, no porque me embobase la visión de su cuerpo, no solo por eso al menos, algo había cambiado en él y no sabía decir el qué. Sus movimientos, su actitud, parecía más tenso, y sus ojos... juraría que eran distintos. Su rosto estaba tranquilo, pero transmitía una calma forzada, y sus ojos habían vuelto a convertirse en heladas barreras que me impedían entenderle.

-Voy a vestirme yo también y asi te dejo tranquilo un rato, tal vez quieras... -hablaba con voz animada, tal vez pudiese pegarle algo de mi alegría, pensé. Pero él seguía con esa cara que parecía decirme que le daba igual todo lo que dijese.

Me gustaría pedirle permiso para utilizar la ducha, aunque tal como se estaba comportando lo más seguro es que él prefiriese estar solo. Iba a recoger mis cosas para dejarle tranquilidad, cuando volví a cambiar de idea. Algún día, estas decisiones tan repentinas me iban a acarrear algún buen susto.

-Shinichi -llamé con un tono más serio- ¿ha pasado algo?


«Nada. No ha pasado nada porque ya no existe. Porque no hay recuerdos de las emociones, porque estoy limpio de todo sentimiento.»

-No -Contesté con voz neutra. O al menos eso intenté. Aunque pensándolo bien quizá no se refería a mí-. En realidad sí, pero ya no tienes por qué preocuparte. Wonderwice y Miyasaki han vuelto a la normalidad.

Estaba haciendo progresos. Bajo las vendas, enterrado en mi pecho, aquel órgano problemático estaba reaccionando bien. Nada de pinchazos agudos o dolor fuerte, tan sólo leves punzadas. Podía resistir eso.
Me quité la venda del pecho porque ya no me importaba que viese la marca de nacimiento que llevan los portadores de mi poder, al fin y al cabo ya me había visto en acción. Me bajé de la cama y me dirigí al baño a ducharme. Antes de desaparecer, me apoyé contra el marco.

-Me voy a dar una ducha -Informé, recorriendo su cuerpo con una mirada poco decorosa-. Puedes esperar a que salga o puedes ducharte conmigo.


Su voz sonó distante, vacía, como si las palabras las pronunciase otra persona. Me habló sobre Miyasaki y Wonderwice, pero apenas le presté atención, yo quería saber qué había ocurrido para dejarle en ese estado. En aquel momento Shinichi Sanagawa me daba miedo.

Observé impresionada los delicados trazos de la marca en su pecho. Era tan... hermosa. ¿Por qué ocultaría algo así bajo la venda? Yo había estado convencida de que tenía algún tipo de herida.

Estaba confundida, pero no dudé en lanzarme tras él cuando me tentó con la ducha. Tal vez el chico impusiese cierto respeto, pero la idea de estar con él bajo el agua, su piel contra la mía de nuevo, seguía pareciéndome imposible de rechazar. Y esa mirada que me lanzó... durante un momento el hielo dejó entrever el cálido deseo que habíamos experimentado la noche pasada.

-No sé que te ha pasado -le dije, bajando de la cama de un salto-. Pero por muchas miradas amenazantes que me eches no voy a dejar que cojas el jabón el primero.

Y riéndome me colé por la puerta antes que él.


No hay nada mejor para empezar el día que un reto. Y más si quien te retaba era una chica que corría desnuda delante de tus narices para adelantarte.

Dejé escapar un suave "oh" al oír su respuesta antes de seguirla.
El cuarto de baño no era muy grande, pero tenía una bañera lo suficientemente ancha como para que entrasen dos personas apretujadas. El simple hecho de pensar en tenerla a tan corta distancia otra vez me acaloraba y me hacía impacientar al ver que la bañera se llenaba tan lentamente. Sin embargo, iba a tener que empezar a moderar según qué pensamientos si no quería que me descubriera demasiado pronto.

Cuando se llenó lo suficiente cerré el grifo y me giré hacia ella. Tomé su cara entre mis manos y le di un beso corto, sin cerrar los ojos en ningún momento. La pillé de sorpresa y quedó atrapada en mi mirada durante aquellos segundos. Después la solté y me metí con cuidado al agua.
Apoyé la cabeza contra la pared y crucé los brazos, esperando que mi muda invitación surtiera efecto.


Arrugué la nariz mientras el enfado y la risa luchaban por dominar mis gestos. ¿Asi que esas teníamos eh? Sin dudarlo ni un segundo me deslicé en la bañera y me coloqué entre sus piernas, apoyando la espalda en su pecho. Y aprovechando que él intentaba recolocarse para que cupiésemos los dos en la bañera, atrapé la esponja.
Me retorcí en su abrazo hasta poder girarme lo suficiente como para mirarle a la cara. Mis caderas seguían atrapadas entre sus piernas y sentir su cuerpo tan cerca hizo que todos mis nervios reaccionasen con excitación, pero a pesar de ello logré mantener una expresión medianamente serena al hablar.

-Si quieres conseguir esto -murmuré, agitando la esponja y salpicando espuma- vas a tener que luchar por ello.

Me reí de mis propias palabras. Estaba disfrutando muchísimo aquella situación. Con aquel chico todo era un reto, una nueva prueba a superar, y a mi me encantaban las emociones fuertes.

-Ya te dije que yo sería la primera en enjabonarse, Shinichi Sanagawa -añadí, saboreando su nombre con deleite.


-¿Aún quieres más guerra? -Bromeé, imprimiendo a mi tono de voz un matiz petulante-. Anoche te dejé tan cansada que ni siquiera oíste a los que vinieron a interrumpirnos.

Me estremecí al notar su movimiento bajo el agua, inquieta ante lo que acababa de decir. ¿Habría dejado que se filtrase cierta angustia en mi voz? Lo dudaba. Puede que me hubiese traicionado algún gesto, involuntario por otra parte, o que simplemente fuese la sorpresa y la curiosidad por saber qué sucedió lo que le hizo revolverse.

Hundí mis brazos en el agua y enseguida sentí en mi piel el contraste entre los fríos bordes de la bañera y el agua calentita. Rodeé su cintura con una de mis manos y dejé que la otra ascendiera lentamente por su estómago. Llegó un momento en el que con la mano abierta no podía seguir ascendiendo, así que tracé una línea recta con un dedo y llegué hasta su mentón. Con un movimiento suave giré su cabeza y me di cuenta de que tenía los ojos cerrados.
Verla perdida en las sensaciones que estaba experimentando era asombroso. Bajé un poquito la mano que se apoyaba en su cadera. Cuando se le escapó un suspiro me sentí poderoso.


Completamente ajena a todo, me froté contra su pecho, como un gatito mimoso. Sin abrir los ojos, tan solo concentrada en que los gemidos de placer no escapasen de mis labios, me estiré un poco hasta encontrar sus labios y le besé a conciencia. Cuando intentó retirar la mano de mis piernas las apreté, no quería dejarle escapar.

-Tienes otra -jadeé en su boca- y yo todavía tengo el poder -añadí, pasando suavemente la esponja por su brazo.

En respuesta, él me beso con más intensidad aun, si es que eso era posible.

Suavemente me separé de su beso y abrí los ojos, encarándome a su rostro con una sonrisa. Con un suspiro giré entre sus brazos y, a pesar de que estábamos muy apretados, logré retorcerme suficiente como para poder sentarme a horcajadas sobre su regazo. Así sentada, sintiendo su cuerpo tenso bajo el mío, me costó mucho concentrarme en hablar.
Masajeé su pecho y con una suave caricia dibujé el borde de la marca que cubría su piel. Él me estrechaba contra su cintura, quizás deseando tanto como yo lo hacía, que me dejase llevar por lo que el cuerpo me pedía.
Besé el tatuaje y pasé con suavidad la esponja por su pecho siguiendo un movimiento lento, rítmico. Casi parecido al ritmo que habría sacudido nuestros cuerpos si... Sacudí la cabeza, en un nuevo esfuerzo por concentrarme. Necesitaba ser capaz de articular alguna frase coherente.

-Cuéntame, Shinichi.

No especifiqué nada más, que él escogiese lo que estaba dispuesto a contarme. Podía hablar sobre lo ocurrido anoche, sobre lo que ocurría en su interior o sobre el tiempo en Nueva Zelanda, yo le escucharía con la misma atención.


La mantenía firmemente agarrada contra mí más que nada por mantener mis manos ocupadas en otra cosa que no fuera tocar descaradamente hasta el último rincón de su cuerpo.
Cuando habló me dejé acariciar por el sonido de su voz, disfrutando de su calidez antes de pararme a pensar en su significado.

Sus palabras me hicieron bajar de las nubes deteniendo el desfile de fantasías que se estaban paseando por mi mente en aquellos momentos. Durante unos segundos mi rostro se volvió impenetrable y mi mirada se tornó gélida. Después recompuse el gesto y desvié la mirada hacia arriba antes de sumergirme en un mar de recuerdos.

-Tenía cuatro años cuando entré en la Congregación de la Sombra - Comencé en voz baja-. No recuerdo nada anterior a eso. Un día desperté en el bosque y me quedé llorando hasta que un hombre me encontró y me llevó a su casa.
"Con el tiempo me di cuenta de que no era una casa cualquiera, ya que siempre había mucho ajetreo y un continuo ir y venir de mercancía. Al final, aquello resultó ser la base de la Congregación de la Sombra, una organización de asesinos.
No fui el único niño al que entrenaron para matar. Hubo más, pero la mayoría no aguantaron. Cada semana disminuía el número de los que éramos hasta que sólo quedé yo. Así, a los seis años pasé a formar parte de sus filas."

Hice una pequeña pausa. Tenía la mirada perdida, concentrado en contarle todo aquello aún sin saber muy bien por qué. Apenas había hablado dos minutos, pero me vino a la cabeza que seguramente se le hubiesen quitado todas las ganas de continuar jugando conmigo.
Maldije por lo bajo antes de posar mi mirada sobre sus ojos, tanteándola.

-Pero no te preocupes -Continué-. Aparte de usar mis manos para manejar la espada, también soy bueno usándolas de otra manera.

Y con deliberada lentitud guié la mano que seguía bajo el agua entre sus piernas.


Salté cuando me rozó, mi cuerpo entero se estremeció en sus manos. Cada poro de mi piel transpiraba por él y mis labios no eran capaces de contener pequeños ruiditos de placer ante su contacto. La sensación del agua templada, del frío de la bañera y el aire helado, todo parecía conspirar en mi contra, cada sensación que recibía incrementaba las que Shinichi provocaba. Con cada nuevo toque de sus dedos mi cerebro perdía facultades, no era capaz de encontrar ninguna razón para seguir hablando y por nada del mundo estaba dispuesta a detenerle. Pero aquellos estúpidos impulsos que me daban tan a menudo me llevaron a tirar de su mano hasta sacarla del agua.
Me incliné hacia atrás, jadeante, necesitaba unos segundos para poder concentrarme de nuevo.

-Shinichi -dije lentamente, probando mi voz, que aún temblaba un poco- no me hagas esto.

Acaricié con dulzura su rostro, intentando grabar sus rasgos en mi memoria. Sentía que algo estaba cambiando en él, quizás para mejor, quizás para peor, pero no podía dejar escapar ese resquicio que se había abierto en la muralla tras la que se resguardaba.

-Quiero escucharte, quiero saber cualquier cosa que quieras contarme.

Le besé con suavidad, con dulzura. Fue un beso tierno, más sereno que todos los que nos habíamos dado antes. Entonces, tomé sus manos y fui depositando un ligero beso en las yemas de sus dedos.

-Tus manos, ya sea con una espada o sobre mi piel, me parecen fascinantes.

Nueva ronda de besos en sus manos que terminó con un profundo beso en su boca. Apoyé la cabeza sobre su pecho, respirando lentamente el aroma que emanaba su piel. Olía a hierba recién cortada.

-Habla -pedí con cariño- y cuando te canses, si estás dispuesto a escucharme, hablaré yo. Así no podrás decir que tengo ventaja. Los besos y el sexo vendrán después, cuando decidas que ya no quieres más palabras, ¿te parece? Será como tu quieras.


La acomodé entré mis piernas de tal forma que rozase la parte más íntima de mi cuerpo. En parte era una forma de huir, una forma de escudarme de nuevo. Intentaba que perdiera el control.

Sin embargo, por alguna extraña razón que se me escapaba, quería seguir hablando. Nunca había cruzado más de dos palabras con nadie y ahora mismo estaba descubriendo las delicias de ser escuchado. Al darme cuenta de ello, observé a aquel curioso ser humano que me estaba ofreciendo consuelo.

Natsuki, tan veloz y tan hábil en el campo de batalla, tan endiabladamente buena en el manejo de las armas, parecía, ahora que temblaba debido a mi atrevido contacto, una pequeña muñequita entre mis brazos. Su suave piel de porcelana le daba un aspecto frágil que despertaba en mí, aparte de un abrumador deseo, un profundo instinto de protección.
Con ternura pasé sus brazos por mi cuello y apoyé su pecho contra el mío, envolviéndola por entero en un abrazo. Mi mejilla fue a reposar sobre su hombro para poder continuar mi relato a media voz, como si temiese que alguien nos estuviera escuchando.

-El día que cumplí seis años me dieron una espada con filo. Aquella misma noche ya estaba manchada de sangre y mi maestro me enseñó a limpiarla correctamente. Desde entonces tomé parte en numerosos encargos y me asignaron un grupo habitual.
Un día, alguien me preguntó por qué llevaba una venda en el pecho y como no supe que contestarle me la quité. Como ya te he dicho, no recuerdo nada anterior a mis cuatro años, pero mantuve aquella extraña costumbre de la venda. La persona que lo vió reconoció el símbolo y desde aquel día cambió todo.

Le narré las diferentes modalidades de mi poder y el duro entrenamiento al que me sometieron, y ella escuchó con paciencia toda mi explicación.

-Aún hoy encuentro nuevas facultades al combinar los diferentes estilos, pero no se si repercutirá algún tipo de efecto negativo en mi cuerpo. No hay registros ni datos -Mis manos cesaron de dibujar círculos en su espalda y nuevamente intentaron abarcarla por completo. Llegaba el final de la historia y eso no estaba dispuesto a recordarlo otra vez-. Me escapé hace dos años. No intento dejar atrás mi pasado... no exactamente.

Me mordí la lengua para evitar que aquellos recuerdos que mantenía firmemente a raya volvieran a atacarme a traición. Apreté las manos contra su espalda y arremetí contra ella.

-Soy un asesino, Natsuki. No lo olvides nunca.


Escuché en silencio, absorbiendo su pasado como si se tratase de mi propia historia. Me dejé envolver en su abrazo, sintiéndome segura, a salvo junto a él. Y a la vez le envolví entre mis brazos en un intento por reconfortarle.

Estar con Shinichi era tan confuso y tan excitante a la vez... Sentía que me movía sobre arenas movedizas, una palabra equivocada, un gesto inoportuno y él se cerraría en banda, le perdería. Además eran tan divertido tratar con él, tan sencillo convertir cualquier tonteria en un reto, en una prueba con la que acercarme a él.
Esta nueva faceta suya, más sensible, más humana, no hizo más que acrecentar mi convicción de que el problema de Shinichi era la fuerza. No en el sentido físico, sino toda esa fuerza espiritual que se había impuesto a sí mismo. Se había obligado a madurar, a fortalecer su alma para sobrevivir y había terminado por encerrarse en si mismo. Aquello inspiraba cierta ternura en mi interior, deseaba con todas mis fuerzas estrecharlo contra mi pecho hasta que todo aquel frío en su corazon desapareciese.

Sin deshacer el firme abrazo que él había creado, tomé la palabra, con la voz dudosa, abrumada por mis recuerdos y los suyos que se entremezclaban en una misma historia.

-Shinichi, tus manos están cubiertas de sangre, pero las mías también empuñan un arma.

Me separé un poco de él, tomando sus manos en las mías y entrelazando nuestros dedos.

-Yo... no tengo mucho que contar y tampoco creo que quieras saberlo. Nací en una familia grande, de esas de muchos miembros y en las que nadie se conoce realmente. Yo no fui la hija que esperaba nadie -cerré los ojos, las escenas pasadas revivían ante mis ojos-. Debería de haber aprendido idiomas, haber estudiado los libros de mi padre...

Suspiré y dejé caer mis manos, que unidas a las suyas se hundieron en el agua.

-Da igual, tampoco tiene importancia. Al final yo también me marché -le di largas, arrepintiendome de haberme ofrecido a hablar. En realidad no sabía como contarle nada.


Observaba con detenimiento cada movimiento de su cuerpo y cada nuevo gesto que adoptaba su rostro. Leía sus expresiones con curiosidad, ávido de conocer todo lo que sus pensamientos me censuraban.
Con cuidado, la bajé de mi regazo y la coloqué sobre la superficie de la bañera. Con mis brazos aún extendidos empujé sus rodillas y la deslicé a la otra esquina. No se me había pasado por alto el deje de tristeza que había relampagueado en sus ojos, pero tampoco quería obligarla a hablar si se mostraba reacia a ello. Me lo iba a contar ella misma.

Separé sus piernas sin prisa, deleitandome con la visión que me ofrecían cada vez más claramente. Aprecié vagamente que su respiración se había acelerado y parecía sincronizada con el acelerado ritmo de su corazón. Esta vez no me andé por las ramas, incliné directamente la cabeza y permití que mi lengua hiciera todo lo demás. Me tomé mi tiempo para hacerlo lentamente, friccionando en aquellas zonas que eran más sensibles y recreandome con el sonido de sus gemidos y sus intentos fallidos de pronunciar una frase siguiendo a mi nombre.
Cuando me pareció que había tenido suficiente como aperitivo me detuve y me incorporé.

-Prometo continuar luego -Afirmé mientras me pasaba la lengua por los labios-. Pero antes quiero escuchar tu historia. A mí tampoco me gusta que me dejen a medias.

La chica tenía la respiración entrecortada y estaba totalmente roja. Algunos mechones rebeldes se le habían pegado a ambos lados de la cara dándole un aspecto arrebatador. Si no fuese porque mis ganas de saber más de ella eran más fuertes que cualquier otro apetito que mi cuerpo pudiera tener, la habría agarrado en ese instante y habría acallado el acuciante deseo que me consumía.
Por suerte, era un chico con un férreo control sobre sí mismo.


Apoyé el rostro en la pared, helada contra mi piel. En realidad en aquel momento todo parecía hielo contra mi piel. En un instante todo mi torrente sanguíneo había empezado a hervir. Realmente necesitaba respirar un poco antes de volver a ser capaz de vocalizar dos palabras seguidas. ¿Cómo demonios podía dejarme asi? Necesitaba sentir de nuevo su contacto, quería experimentar esa sensación tan increíble de nuevo.

-Eres cruel -acusé en un jadeo, arrancándole una sonrisa.

Según iba recobrando la normalidad, me coloqué de rodillas y me acerqué lentamente a él, remarcando cada uno de mis movimientos. Yo ansiaba volver a sentirle sobre mí, pero seguramente él también tenía ganas de terminar con lo que había empezado, y yo iba a aprovecharme de ello. Apenas tenía espacio para moverme, pero me aseguré de que todo mi cuerpo se moviese sensualmente hasta quedar pegada a su pecho de nuevo.

-Voy a complacerte -murmuré, tomando sus manos y guiándolas sobre mi piel, recorriendo mi cuerpo.

Noté cómo se tensaba ante mi acercamiento y seguí deslizando sus manos sobre mí, mostrándole los rincones que debía tocar. Entonces me detuve en una pequeña cicatriz que tenía en la espalda, al final de la columna.

-Todas las marcas que encuentres en mi cuerpo tienen nombre -susurré en su oído-. Esta se llama papá.

Llevé sus manos bajo mi pecho izquierdo y le obligué a recorrer la línea que llegaba hasta el hombro.

-Esta también se llama papá, y esta -murmuré moviendo sus manos de nuevo-. Y esta. Esta también. Y esta se llama hermano.

Suspiré, bajando la cabeza y soltando sus manos. Mi cuerpo, lleno de pequeñas cicatrices debía de asquearle. No era lo mismo pensar que todo aquello era fruto de heroicas batallas, de algún malvado enemigo, que saber la verdad. Pero él había dicho que quería oírlo, hayá él con sus deseos.

-Una gran familia tradicional, eso es lo que yo tuve. Y en esa familia yo no tenía derecho a luchar o a pensar. Sin embargo, insistí tanto en ello... yo quería aprender a manejar el acero como mi hermano... Mi padre me prohibió volver a abrir un libro y me impuso un severo entrenamiento. Al final estaba aprendiendo a luchar. Ya era difícil vivir con él, yo simplemente le di una excusa para golpearme.

Me aparté un poco de él, abrumada por los recuerdos. De pronto me sentía indefensa otra vez, asustada como la niña que creía haber dejado atrás. Me abracé las rodillas, temblando.

-Yo no lo entendía, no era eso lo que quería... A veces me escapaba por las noches a leer a escondidas. No eran los libros que él pretendía que yo memorizase, eran aventuras, historias de amor. Sueños, muchos sueños. Y cuando él me atrapaba... bueno, pues entrenabamos.

Sacudí la cabeza. El miedo parecía ser real de nuevo.

-Al final no fue tan malo -añadí, con falsa alegría en mi voz-. El alumno logró superar al maestro y me marché de allí en cuanto pude.

Esperé con el rostro escondido tras una densa cortina de pelo y aferrada con desesperación a mis propias rodillas. Esperé su reacción, su respuesta. Yo no era fuerte como él, yo siempre tuve miedo y lloré a escondidas. ¿Vería asco y repugnancia cuando le mirase a la cara? ¿Decepción? ¿O el infranqueable muro de hielo habría vuelto a crecer? Esperé y temblé.


Al principio me excitó que fuese ella misma quien me enseñase dónde debía tocarla para complacerla. O al menos eso pensaba que estaba haciendo hasta que comenzó a hablar.
Me sentí como si me arrojaran un gran jarro de agua fría por la cabeza. Todo lo que me estaba contando, todas las huellas que había dejado su pasado marcadas en su cuerpo me llenó de rabia. Una rabia ciega contra aquel que se hacía llamar su padre, contra su hermano, contra aquellas dos bestias que habían intentado cortarle las alas a golpes.
La ira era brutal, me recorría las venas, y cada vez que la miraba de nuevo y la observaba escondida en sus cabellos, sentía que me dominaba.

-Natsuki -La llamé con voz ronca. Bajo el agua mis manos se habían convertido en puños.

Ella alzó la mirada despacito, como un animalillo asustado, y fue esa visión la que me confundió de nuevo. Mi mirada era dura, severa, pero al mismo tiempo no podía resistir el efecto de aquellos ojos verdes que se posaban con timidez sobre los míos.
Con toda la delicadeza que pude en aquel momento, deshice el nudo que mantenía sobre sus rodillas y me llevé su muñeca a los labios. La besé dulcemente, decidido a que fuese ella quien decidiera qué hacer. Le ofrecía lo mismo que ella me acababa de ofrecer a mí. Desahogo.

¿Quería caricias, abrazos, frases bonitas al oído? Se las daría porque, por una vez, las tenía.
¿Quería sexo, pasión, un calor ardiente que lo borrase todo? También estaba dispuesto a concedérselo.

-Te deseo -Susurré, medio embobado, aún contra su muñeca.

«¿Qué deseas tú?» Se preguntaban todas las células de mi cuerpo.


Dos palabras simples, sencillas de entender incluso para mí. Abrí los ojos desconcertada, completamente sorprendida por su respuesta, para nada era lo que yo esperaba. Y aun temblorosa, entre el miedo y el placer, dejé que mis músculos se relajasen y me deslicé hasta su regazo.
Él me recibió entre sus brazos y me estrechó, respondiendo a mis besos, al principio tímidos, todavía un poco inseguros, pero que enseguida recuperaron fuerza y pasión. Sus manos borraron los recuerdos que acababa de recuperar, sustituyéndolos por unos nuevos, mucho más placenteros.
Me apreté contra su cuerpo y dejé que mis manos lo explorasen, sin poder creer que fuese real. Volví a colocarme a horcajadas sobre él, le estaba cogiendo gusto a esa postura.

-¿Tú...? -cerré la boca, antes de estropearlo todo con más palabras estúpidas. Antes le había prometido que en cuanto él decidiese terminar la conversación vendrían los besos, pues bien, iba a cumplir mi promesa.

-Te he contado lo que querías saber -murmuré en su boca, fundiéndome en un apasionado beso-. Ahora quiero mi premio.

Me dejé llevar por sus manos. Él también cumplió su promesa y cuando volvió a mirarme a los ojos, las rodillas me temblaban, apenas capaz de respirar. Aquel chico era fabuloso.

No tengo muy claro cómo terminamos en su cama de nuevo, perdida como estaba en todas las sensaciones que fundían mi cuerpo. Yo besaba, tocaba, mordía y acariciaba cada pedacito de Shinichi que quedaba a mi alcance y él respondía en consecuencia. Grité hasta que mi voz aguantó y después gemí y jadeé, intentando transmitirle todo lo que me estaba haciendo sentir.


Aquel baño era estrecho e incómodo y a ambos nos estaba dejando agotados llevar el ritmo sin resbalar por la superficie. El chaf chaf que hacía su cuerpo al entrar y salir del agua me estaba poniendo nervioso y no quería estropearlo, así que aproveché uno de sus saltos para acercarla todavía más y poder alzarla conmigo.
Me levanté con esfuerzo intentando no escurrirme y me las apañé como pude para llegar hasta mi habitación. El bamboleo que hacía mi cuerpo al andar fue nuestro nuevo ritmo durante aquel agónico trecho que había hasta mi habitación.

Una vez allí, la tumbé sobre la cama y coloqué una de sus piernas sobre mis hombros. Empujé de nuevo y volvieron los jadeos, los suspiros, los gemidos... la cabeza me daba vueltas de puro placer.

Cuando terminamos, rendidos los dos sobre la cama, me giré hacia ella y la atraje hacia mí. Apoyé mi cabeza contra su pecho, colocándome de tal forma que no le hiciese daño. Había más claridad en la habitación, pero apenas molestaba.
No fui consciente de que el sopor me llevaba, mis ojos se cerraron mientras aún contaba los latidos de su corazón.






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Espero que os haya gustado, al menos yo no me canso de leerlo, aunque esté mal que yo lo diga ^^ La verdad es que hace mucho que no me paso por el foro, y tengo la nueva historia (con vampiricos!!) muy... vale, completamente abandonada u.u
Sin embargo, ahora que ya ha terminado el curso, los exámenes y todas esas guarrerías prometo reincorporarme al mundo, escribir mucho, leer mucho y no desaparecer durante mucho tiempo... al menos una temporada xD

Os dejo otro par de dibujetes que me hizo Susana inspirada por este fragmentillo.


3 comentarios:

sarah dijo...

hooolaaaa!!
no he podido leerlo pero lo he copiado y lo he puesto en mi carpeta de ''blog de Alicia'' para leerlo con mas tiempo.
Pero bueno, por lo menos tienes un comntario..jejej
besitosss!!
tequiero

.susi. dijo...

Dioooooosss espera que me recupere de tanta letraaaa u.u
jejejej ya sabes que me encanta estooo xDDD
y mis dibus ^^ xDD
x cierto
FeLiCiDaDeEsSs!!! xDDD


tq**


susi

sakeypath dijo...

creo q asta m e posto caxondo xd esta to wapo seguir asi *.*