Como la vida misma. capitulo I

I. Chorizo

Entro en mi casa hecha polvo, hoy me toca ir al refuerzo de francés. Apenas tengo tiempo para salir de clase, comer algo rápido en casa y volver al puñetero refuerzo. Y aquí estoy, apoyada en la puerta, hasta las narices de las clases y con un estupendo bocadillo esperando ser preparado. Tiro la mochila y el abrigo por el suelo de la entrada y me cuelo directamente en la cocina. Todavía huele a los macarrones de anoche, que están en la nevera. La tentación es muy grande, es que macarrones son macarrones... Pero no, debo resistirme, ¡debo ser fuerte! Así que con toda mi fuerza de voluntad abro la nevera y me resisto a un buen plato de pasta calentita, quedándome con mi mísero bocadillo de chorizo. Vuelvo a ponerme el abrigo y la mochila y salgo corriendo. Antes de cerrar la puerta, alcanzo a ver una foto en la entrada en un bonito marco plateado, la misma foto que siempre consigue revolverme el estómago. Tres personas: un hombre de mirada fría y pelo entrecano, que debe rondar ya los cuarenta y cinco; una mujer guapa, con una increíble melena castaña y pequeños ojos marrones, muy cansados; y en medio de los dos, yo, flacucha y llorosa, con el pelo desgreñado. Todos sonriendo como bobos, algunos con más falsedad que otros, pienso con furia, volviendo a fijarme en el hombre. Si, claro, papá y mamá, menudo timo.
La verdad es que es una foto antigua, de hace unos cinco años, está hecha el mismo día en que llegué a esta casa. Desde luego yo he cambiado mucho, he crecido y ya tengo aspecto de mujer, quizás demasiadas curvas, la tripilla cervecera nunca fue un complemento de moda; pero mi pelo cobrizo luce más bonito y cuidado que nunca, y mi piel, suave y bronceada por largos veranos en la playa. Aunque el cambio no es solo físico, me he hecho más fuerte y he madurado un poco, pero ahora guardo mi corazón tras una impenetrable barrera, para evitar volver a pasarlo mal. Imagino que es lo que pasa cuando te ves obligada a crecer deprisa. Mi padre murió cuando yo tenía casi once años y nos dejó a mi madre y a mi sin nada, siempre le había gustado demasiado el juego. Mi madre, Aurora, se vio obligada a casarse enseguida con Manolo Marqués, un tipo que llevaba tiempo tras ella. Parecía un buen hombre, no le preocupaba que yo fuera en el mismo paquete y lo más importante: parecía tener dinero de sobra para que pudiéramos vivir bien. Pero en seguida me di cuenta de que el dinero es un asco, la gente siempre quiere más y a cualquier precio. Manolo nunca quiso a mi madre, necesitaba estar casado para poder ascender en una empresa dedicada a la familia que cuida mucho la imagen de sus empleados. De pronto me encontré en un mundo nuevo para mí, un mundo donde todos mienten y todos quieren más; era adaptarse o perderlo todo de nuevo. Y así he terminado, siendo una extraña mezcla entre niña y mujer, que vive encerrada en su caparazón, intentando salvarse de la historia que le ha tocado vivir.


Casi sin darme cuenta estoy en el metro, tengo que dejar de pensar estas cosas tan profundas, que luego me choco contra las farolas del empane que llevo. Cojo la línea dos y me acomodo como puedo entre una señora y la puerta, voy un poco espachurrada pero tan solo son seis paradas. Cuando llego a la mía, apenas queda gente, por algo es la última de la línea. Bajo corriendo y me termino el bocadillo mientras subo las escaleras a la calle. Me faltan doscientos metros cuando ¡horror! veo que el portero sale a cerrar la puerta, no puedo volver a quedarme fuera o me echan del refuerzo y eso significa perder la asignatura y bronca de la tutora (que por cierto, es la profesora de francés) y en casa... ¡Noooooo! ¡No puedo permitirlo! Con un increíble sprint final logro llegar sin aliento, pero dos segundo después de que cierre y con una mirada lastimera que no me cuesta mucho, consigo que se apiade de mí y me abra. Estoy impresionada, los últimos metros los he hecho volando, ya podría haberme visto el profesor de educación física, esto seguro que merece un aprobado...

Llego detrás de la profesora, que me mira con mala cara, pero me perdona la vida y me manda a sentarme en mi sitio; por supuesto, al fondo del todo y lo más escondida posible. Es muy triste, pero al refuerzo acude prácticamente la totalidad de mi curso. Carmen, la profesora, empieza la clase mientras yo me dedico a repasar a mis compañeros.
A mi lado se sienta Lara, la única que realmente me cae bien de todo el edificio, sin contar al portero que siempre es muy majo conmigo. Es una niña muy mona, siempre con sus dos coletitas y sus modales perfectos, y por muy poco que aparente es de las pocas que tienen algo de personalidad aquí dentro, los demás tienen sorbido el coco. Está saliendo con Carlos, que está un par de mesas más adelante. No se qué le ha visto, es un creído, un salido y un imbécil que ha estado con la mayoría de las chicas del instituto, le da igual la edad que tengan. Además últimamente, y no quiero ser mal pensada, pero no puedo evitarlo, se me acerca mucho y me mira fijamente demasiado a menudo. Habrá que vigilarle.
También veo, en primera fila, a Luna, la superhipermegapijiguay del instituto, la tía más insoportable que te puedas echar a la cara, la más guarrona y también la que más me odia. ¿Lo tiene todo eh? Así que gracias a ella y a la gran inteligencia de esta gente, apenas hablo con nadie a parte de Lara y de vez en cuando con Carlos, pero se nota que no le gusta que le vean en público conmigo. El problema básico y primordial que tienen, es que voy a mi bola y que (misteriosamente, por supuesto) todos se han enterado de que ni soy la hija de Manolo ni tendría un duro si no estuviera casado con mi madre; y claro, eso en superinstituto hiperpijo exclusivo para hijos descerebrados de ricachones más descerebrados aún no se puede permitir. Es algo mutuo, ellos no quieren que yo esté aquí, y yo no quiero estar... ¿el problema? Pues que a Manolo le gusta lucir todo lo que tiene, incluida yo, y me toca aguantar a todos estos seres dotados de una inteligencia rebosante de corcho.

>>Ese sprint inolvidable! Ese si que merecía un aprobado, gerdy, yonki y yo corriendo calle abajo achicharrandonos con los nuggets e intentando encontrar las entradas del cine...

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Que lastima damos U.u"

Pero como esta historia nació gracias a todas nuestras cagadas y las ganas de demostrarle a helen que puedo escribir cosas mas normales a leer y callar (creo que debería revisar mi concepto de normalidad... los geranios y los cactus no son una buena mezcla xDD)

PD: ziel ha vuelto por fin!! ya era hora guarrona que nos habias abandonado por unas vacaciones en Filipinas... el año que viene me llevas en la maleta??

bExitosss